Un informe de Proexpansión “Supermercados arrinconan a bodegas”, (abril 2010) responde de manera afirmativa la primera pregunta del título de esta nota. Otras consultoras, señalaron que ello no estaría sucediendo.
El análisis de Proexpansión se basó en información de la SUNAT en el período 2001-2009 en Lima. Allí se mostraba que, en los distritos donde los Supermercados se expanden, el ritmo de apertura de nuevas bodegas es significativamente menor que en otros distritos y la tasa de mortalidad de las existentes aumenta, al igual que lo que sucede con los puestos de mercado.
Al contrario, una de las consultoras argumentó que las necesidades que satisfacen ambos negocios son distintas y, por tanto, no compiten y no hay desplazamiento. En el caso concreto de las bodegas, señalaron que éstas satisfacen necesidades pequeñas, inmediatas y “del día a día”, que no justifican un trayecto a los Supermercados. Esto, especialmente considerando que en los segmentos de ingresos medios y bajos la tenencia de medios de transporte es todavía baja y la distancia relativa de los supermercados es mayor.
El debate sigue abierto y me gustaría saber la opinión de Ustedes, amigos lectores. La mía se basa en dos razones:
La primera: Me cuesta entender cómo un actor económicamente hoy tan relevante como los Supermercados (y, en general las tiendas de gran superficie) −que solo hace cerca de dos décadas prácticamente no competían en el mercado local y que pasaron de 58 locales a 128 durante el periodo 2001-2009−puedan no estar desplazando a pequeñas bodegas, panaderías y puestos de mercado.
La segunda: Dado que es cierto que efectivamente hace solo dos décadas los negocios de gran superficie no participaban en el mercado, el argumento de que las bodegas solo abastecen necesidades pequeñas, inmediatas y del día a día (o, lo que es lo mismo, una demanda residual) es simplemente una prueba de que, efectivamente, los pequeños negocios están siendo desplazados, porque antes satisfacían mayores necesidades.
¿Importa?
Respecto de la segunda pregunta del título de este artículo (“…si es así, ¿importa?”), hay quienes señalan que no importa pues el consumidor termina siendo el más beneficiado y porque finalmente los comerciantes desplazados podrán reinsertarse en el mercado laboral como dependientes o podrían cambiar de actividad.
Sin lugar a dudas, las tiendas de gran superficie dentro de las cuales forman parte los supermercados han beneficiado tremendamente no solo al consumidor sino también al fisco pues han formalizado un gran volumen de transacciones sobre los que antes el Estado no contaba.
Sin embargo, hechos recientes como el rechazo de pequeños comerciantes a la instalación de un Supermercado en Juliaca, el rechazo a otro similar en Villa El Salvador y una situación más violenta en Piura a inicios de año, muestran que, si bien hoy son hechos aún aislados, los pequeños comerciantes recurren incluso hasta la violencia para impedir la construcción o apertura de un local comercial de gran superficie. ¿Tendrán alguna relación estos eventos? ¿Se tratará de la reacción de pequeños comerciantes que anticipan una reconversión lenta y penosa si son desplazados, debido a su bajo grado de especialización. ¿Usted qué opina?
Como puede estar pensando más de uno de Ustedes, estos últimos eventos pueden estar vinculados a mafias de pocos, que nunca faltan y que manipulan a las masas. También, sin embargo, estos hechos pueden estar revelando el lado más débil de la cuerda de la economía de mercado, que quizás convenga atender para que la economía siga creciendo en un marco de paz social.
¿Debe el sector privado−aún cuando no tenga la obligación de hacerlo−jugar un rol para suavizar una transición propia de la dinámica de una economía de mercado, si es que esto sirve para evitar desenlaces violentos como los de Juliaca, Villa El Salvador o Piura? ¿Están estos hechos de alguna manera conectados con las realidades detrás de los conflictos de Bagua, Tambogrande o del sonado Arequipazo de hace casi una década ¿Qué debería hacer el Estado?
Y hay que tener cuidado pues hace algunos años, algunos empresarios mineros decían que el desarrollo de las comunidades en sus áreas de influencia era “labor del Estado porque para eso se pagan impuestos”. Las circunstancias, luego, hicieron que tuvieran que involucrarse en el tema.
Al día de hoy ya existen experiencias exitosas de acciones inclusivas del sector privado en distintos sectores. Piense, por ejemplo, como un gran medio de comunicación se ha aliado con pequeños comerciantes (“canillitas”) distribuidores en lugar de desplazarlos para compartir el éxito de un mercado de suscripciones en crecimiento o como el banco más importante del país se puso a la vanguardia y decidió utilizar a las bodegas y pequeños negocios para expandir su red e incluso invierte en afianzar la confianza del público en ellos; o, cómo incluso una cadena de home center vinculada al comercio de artículos para la vivienda ha organizado redes de servicios para el mantenimiento y reparación de instalaciones, asimilando a comerciantes ferreteros independientes formales e informales que podían ser desplazados.
Como estos casos hay muchos. Incluso la reciente experiencia exitosa de la Feria Gastronómica MISTURA es un ejemplo de cómo la gran empresa puede compartir espacios con los medianos y pequeños empresarios.
Si la gran empresa no sigue pensando así -incluso más allá de los sectores vinculados a la extracción de recursos naturales-, la lentitud del Estado y la proximidad de los ciclos electorales pueden hacer surgir alternativas más extremas para remediar el problema. Por ejemplo, el endurecimiento en requisitos para otorgar licencias y/o la exigencia de estudios de impacto (y acciones concretas) adicionales al impacto vial; o, la fijación de zonas geográficas rígidas o semanas reducidas de atención para las tiendas de gran superficie, etc.
Antes de llegar a esas soluciones extremas (hay países que han transitado por esto), los ciudadanos debemos ejercer nuestro derecho de elegir cómo queremos que crezca la ciudad y dónde deben permitirse zonas comerciales de alta o baja densidad. Para eso existen, por ejemplo, planes de desarrollo urbano y las municipalidades son las que deben hacerlos interactuando con los ciudadanos.
Cuando vaya a votar, piense también qué candidato es el que puede ofrecerles no solo actualizar su plan de desarrollo urbano sino también defenderlo.
Los próximos candidatos presidenciales, por su parte, deberán pensar en cómo generar una revolución de calidad en la MYPE peruana que permita hacer inclusivo el crecimiento de los últimos años.
Diario: Gestión
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