¿Qué hace grande a los líderes? Según Forbes, la capacidad de simplificar lo complejo, la percepción de que el capital humano es el motor principal de la organización y la humildad son factores elementales.
El máximo rendimiento jamás se consigue dándole la espalda a los trabajadores. El éxito de una organización queda -en parte- garantizado, si quienes se encuentran al mando valoran los aportes, las ideas y los cuestionamientos de su gente. Este es un punto clave poco considerado por los líderes promedio.
A continuación, conozca cinco pautas que marcan la diferencia en los grandes líderes:
Al encuentro de un propósito
El propósito es el común denominador de los grandes líderes. Ellos tienen un propósito claramente definido, mientras que los líderes promedio sólo viven el momento. La pasión por el trabajo y el comportamiento ético son el combustible de todo líder destacado. Son, precisamente, estas características las que les concede una ventaja competitiva sobre otros.
Los mejores líderes reconocen un propósito común, valores compartidos y poseen visión. Estos tres factores constituyen la base para una cultura organizacional sostenible. A diferencia de ello, los líderes promedio permiten que la cultura evolucione de forma predeterminada.
Obtener resultados trimestrales satisfactorios no es el objetivo principal de los verdaderos empresarios, pues estos suelen dirigir sus acciones con miras al largo plazo.
Equipo de trabajo: elemento principal
Los líderes no son nada sin las personas. Ellos son conscientes de que el capital humano es el motor de la organización, de manera que introducen valores primordiales como el respeto, confianza y lealtad.
Así también, los mejores líderes no colocan a las personas en una caja, por el contrario, las liberan, en otras palabras, no les imponen límites: escuchan sus aportes, valoran sus ideas, aprenden de ellas, etc. En definitiva, no buscan crear seguidores, sino fomentan el liderazgo entre sus trabajadores.
Toma de consciencia
Los grandes líderes son conscientes de sí mismos, de la organización, de su cultura y contexto. Valoran escuchar, participar, observar y aprender. Ellos valoran la sensibilidad sobre la insensibilidad y la humildad sobre la arrogancia.
No creen saberlo todo, pues son conscientes que -de ser así- solo se engañarían a sí mismos. Es un signo de fortaleza, mas no de debilidad, la disposición a permitir que sus opiniones y posturas sean cuestionadas por los miembros de su equipo. Los líderes que no están dispuestos a cambiar de opinión aseguran un solo resultado: la falta de crecimiento y desarrollo.
En busca de menor complejidad
La complejidad es el enemigo de un líder. Los grandes líderes viven para eliminar o simplificar lo complejo, mientras que los líderes promedio logran ser consumidos por ella.
La complejidad frena la innovación, frena el desarrollo, le cierra las puertas al progreso y tiene un impacto negativo en la cultura de la organización. Aunque el entorno en el que vivimos es complejo, el beneficio no se puede encontrar en la complejidad. Por ello, los grandes líderes saben que las oportunidades y los beneficios pueden extraerse a partir de la simplificación de la complejidad.
El liderazgo no es un negocio
Los grandes líderes entienden que nada es más personal que el liderazgo y se involucran en consecuencia. Los mejores líderes comprenden una falta de participación es, de hecho, craso error. A diferencia de los líderes promedio, los verdaderos guías conocen, valoran y cuidan a su gente.
Diario Gestión (18/06/2013)
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