El éxito o fracaso de una operación empresarial depende, en buena medida, de la velocidad en que se toman las decisiones. Pero si la persona que tiene en sus manos esta responsabilidad no actúa a tiempo, la firma estará destinada a la indefinición.
Cuando el principal responsable de tomar decisiones no ejerce con efectividad esta función, la organización marchará rápidamente hacia la indefinición. No saber qué, cuándo ni cómo decidir equivale a ingresar a un terreno de no actuación.
Esto, en consecuencia, genera que el líder del equipo deje de tener el control de la situación, los colaboradores pierdan -además- la brújula, al no tener en claro los objetivos a perseguir ni la estrategia a tomar en cuenta.
Dado que las organizaciones se encuentran regidas -en su mayoría- por una estructura menos jerárquica y más horizontal, queda en manos de los trabajadores conversar directamente con ese superior presente pero ausente.
Desde la crítica constructiva, una posición de respeto y madurez, estos empleados deben ponerle las cosas en claro a su jefe y explicarle con datos concretos cómo la falta de decisión está afectando a la firma.
Si la situación responde a la incapacidad del superior para decidir de manera oportuna, el equipo tiene la obligación de compensar estas carencias para no perjudicar así el trabajo conjunto.
“Para que un jefe pueda o quiera tomar decisiones, los profesionales deben actuar de forma proactiva: presentando propuestas, alternativas o soluciones viables para que el superior pueda escoger valorar y, finalmente, tomar decisiones”, subraya David Comí, socio de Incrementis, a Expansion.com.
Otro punto importante es que los miembros del equipopresenten plazos de ejecución estableciendo fechas límite de decisión. Esto permitirá que el área no se retrase en la culminación de determinados proyectos a causa de problemas en la toma de decisiones.
Diario Gestión (21/08/2013)
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