“¿Te has enterado ya?, ¿no sabes lo que han dicho?” Estas frases que suelen preceder a chismes con poco fundamento son cada vez más habituales en los entornos de trabajo. La fotocopiadora, la máquina de café o la entrada de la oficina son los lugares donde más proliferan.
Marta Romo, socia de Be-Up, distingue tres tipos de rumores: los que se refieren a uno mismo, a un jefe o condiciones de trabajo y los que ponen su punto de mira en la compañía. El nexo común de todos ellos es que generan mucha desconfianza e inestabilidad.
Generalmente la falta de información favorece el nacimiento de las suposiciones e interpretaciones libres. “Ese vacío es el que la gente llena inventando muchas cosas que, con frecuencia, responden a sus peores temores”, dice Joan Plans, psicólogo especializado en empresas.
Para David Comí, socio de Incrementis, en determinados casos “la raíz está en una clara intención de manipular la realidad para conseguir un fin no muy lícito de la persona que lo emite. Por ejemplo desprestigiar a otra persona que puede ser un rival profesional o una venganza sutil por alguna conducta que no aceptamos”.
Sin embargo, no siempre esconden malas intenciones. Romo comenta que, en ocasiones, “los empleados buscan este tipo de cuchicheos como divertimento para salir de la rutina. Es un comportamiento muy adictivo, porque permite la socialización y satisface la necesidad de desahogo que todos tenemos”.
Las consecuencias de la rumorología pueden ser impredecibles, porque los cotilleos son, por naturaleza, incontrolables. Lo habitual es que creen confusión e incertidumbre lo que se lleva a que el rendimiento disminuya y se pierda el foco en lo importante centrándose en lo superfluo.
Para contrarrestar sus efectos dañinos Comí explica que la clave es el autocontrol. No caer en sus redes y participar en ellos agregando nuestras opiniones. La mejor estrategia es exigir claridad y concreción de las supuestas verdades. Tratar de que nos demuestren con pruebas empíricas los que cuentan.
Una de las situaciones más incómodas es cuando eres el centro de esos rumores y tu jefe da credibilidad a los comentarios que desacreditan tu trabajo.
Para reconducir la relación lo más aconsejable es mantenerse cerca del superior, favorecer la comunicación y demostrar las cosas con hechos. “La verdad acaba saliendo y poniendo las cosas en su lugar. Así que, no caigas en desprestigiar a los demás. Si aprendes a mostrarte paciente, confiado y no pierdes la calma transmitirás una imagen de madurez muy potente”, recuerda Romo.
El lado bueno
Los cuchicheos no solo conducen a cosas negativas. Aprender a usarlos es una herramienta de búsqueda de información muy eficaz. En las empresas, lanzar rumores es a veces sinónimo de realizar un sondeo. De esta forma se consigue información que no se obtiene por los canales habituales.
Una media verdad actúa como detonante para que los empleados saquen a la luz sus opiniones reales sobre un tema concreto. La rumorología, bien usada, es un termómetro para detectar áreas de mejora y para recopilar detalles sobre los cambios que requieren una rápida intervención.
Los corrillos de oficina son también el lugar idóneo para que los jefes identifiquen a los trabajadores más conflictivos. Pero también sirven para descubrir líderes que conviene reconocer y para redirigir su potencial.
Diario Gestión (25/09/2013)
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