Se atribuye poder en función de los recursos económicos con que se cuenta, si bien existen otras formas de poder como el que se ejerce por un gobierno o incluso al interior de la familia.
Así como intuitivamente se percibe una relación entre poder y dinero, ¿es factible que exista una inversa o por lo menos una que se pueda utilizar para favorecer una sana búsqueda de mayores recursos a través del ahorro?
De acuerdo con investigadores de las universidades de Stanford y Tilburg, existe una relación de este tipo que puede favorecer las conductas de ahorro. En la investigación “Sentirse poderoso incrementa el ahorro”, los autores Garbinsky, Klesse y Aaker, a partir de cinco estudios, determinaron que en las personas hay una mayor propensión a ahorrar cuando se sienten poderosas, aun cuando esta sensación responda a un evento estrictamente coyuntural.
Según el estudio, las personas que se sienten poderosas tienden a incrementar su intención de ahorro y su ahorro efectivo, como un medio que les permita mantener el estado que les transmite, en el presente, la sensación de poder. Y cuando se percibe que el poder no se tiene completamente seguro, es más fuerte su efecto sobre la intención de ahorro, porque es claro que acumular recursos puede servir para apuntalar la situación de poder percibida.
¿Cuándo crece el efecto del ahorro?
Una segunda conclusión vinculada con este fenómeno es que tratándose de personas que se perciben con un bajo nivel de poder, el efecto de ahorro crece cuando éste se dirige y canaliza a la obtención de productos o servicios cuya posesión tiene en la percepción de las personas una vinculación con el estatus social o de poder que se tiene.
Y un tercer elemento destacable del estudio es que cuando las personas por su situación económica y percepción de poder observan que el dinero no es ya un medio eficiente para mantener y acumular poder, y cuando encuentran que existen otros mecanismos que en su percepción sirven para ese propósito, el efecto disminuye y la propensión de ahorro baja.
Lo importante de la investigación es que se apunta a que no se trata de una condición absoluta de poder la que mueve al ahorro; basta con una percepción coyuntural del sentido de poder que transitoriamente tengan los individuos para incidir en su ahorro.
Dado que, como el estudio reiteradamente indica, la percepción de poder es cambiante, coyuntural y con frecuencia derivada más de símbolos percibidos que de elementos puntuales, es posible utilizar este impulso para favorecer las conductas que nos convienen.
Construyendo una dinámica de ahorro frecuente
Identificar metas puntuales de ahorro y asociar éstas con factores de estatus que pueden incrementar nuestra propia percepción de poder puede apoyarnos en el esfuerzo de construir una dinámica de ahorro frecuente: un ejemplo de ello sería el objetivo de comprar un automóvil, un bien inmueble o pagar la educación superior; todos ellos, elementos que podemos asociar con alcanzar un grado de estatus y de poder.
Y si logramos que lo que se desea tenga una utilidad real para la conformación de nuestro patrimonio, podremos aprovechar el impulso humano de la búsqueda de poder para establecer un hábito de ahorro frecuente.
Como en muchos otros temas, no se trata de pretender (casi siempre sin éxito) de convertirse en seres alejados de lo mundano y lo material, sino de entender las características que los convierten en hacen humanos y aprovecharlas para las conducta que más contribuyan al desarrollo.
Diario Gestión (13/06/2014)
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