Eso, según los más optimistas, debería llevarnos a una especialización que desemboque en una empresa rentable.
Fuera de esa excepción común que se nos supone a todos, hay quien demuestra de forma evidente ser el mejor en un campo profesional. Él o ella lo sabe, todos lo saben… Y la forma de relacionarse con el mundo y de tratar a los demás determina el éxito o el fracaso de quien se tiene por el mejor y es aceptado como tal por el resto.
Ovidio Peñalver, socio director de Isavia, insiste en la idea de que cada uno es muy bueno en algo: “Puedes ser tú, pero, ¿eres humilde? Lo difícil es serlo y combinar esto con ser una estrella en el trabajo”.
Montse Ventosa, presidenta de Fundación Truthmark, explica que “la cuestión no es si eres o no un crack, sino cómo te comportas, cómo te relacionas con los demás, con el mundo, y contigo mismo. Existen dos formas de hacerlo: desde la arrogancia o con humildad. Esta última tiene que ver con conocer las propias virtudes y limitaciones”.
La arrogancia, según la experta, es una actitud que no te conviene. “Disfrazado de sabiduría se esconde un miedo tremendo a la diferencia, a aquello que pueda contradecir el conocimiento acumulado y conocido que ofrece seguridad. La arrogancia te aleja de la realidad. Aunque seas un crack, tus decisiones acabarán siendo cada vez más pobres, peores, por no estar conectadas con la realidad”.
Inteligencia emocional
Según Ventosa, “es tu actitud y no tu aptitud la que determina tu altura profesional”. Cita al psicólogo estadounidense Daniel Goleman para recordar que “algunas personas con coeficientes intelectuales muy altos no triunfan, mientras otras con coeficientes más bajos pero con un nivel más superior de inteligencia emocional sí lo hacen”.
Añade que, por diversas razones, cuando alguien es el mejor en alguna faceta “suele ir acompañado de cierto endiosamiento, y acaba creándose una especie de realidad paralela en la que esta persona reside. El resto está por debajo, y estos profesionales acaban creyéndose superiores a una gran mayoría”.
José María Gasalla, profesor de Deusto Business School, considera que “cada vez quedan menos puestos individuales, y dependemos de los demás y de ciertas especialidades. Sin desarrollar la inteligencia emocional uno puede quedarse aislado”.
Peñalver recuerda además que “ser muy bueno en algo también tiene caducidad”, y coincide con Montse Ventosa, quien asegura que “saber mucho hoy no garantiza saber mucho mañana. La cantidad de información que existe en el presente es exponecialmente superior y resulta bastante improbable que una sola persona pueda asimilarla. Por ello el conocimiento de un crack de verdad no vive sólo en el cerebro de una persona, sino en el de muchas, en la inteligencia compartida y repartida. Nunca se termina de aprender”.
Reconocer que no se sabe algo es el primer paso para lograrlo. Es el estado de incompetencia inconsciente. Una vez admitida ésta, la siguiente fase sería la del incompetente consciente, a la que sigue la del competente consciente y, por último –la ideal, en la que se es un crack de verdad– la de competencia inconsciente. A ésta sólo se puede llegar atravesando el reconocimiento de la propia ignorancia.
Diario Gestión (01/08/2014)
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