Aquí, el lado más humano de la mujer que lidera la institución pública más temida del país: Sunat.
“Odio a la jefa de la Sunat”, le dijo una noche su hijo Diego de 8 años. Al día siguiente, Tania Quispe organizó horarios y estructuró tiempos a fin de que sus niños no sintieran ni un minuto más su ausencia. Ahora, llueve o truene, “cierra la tienda” a más tardar a las 8 de la noche y se va a su casa. Cualquier emergencia, si la hubiera, la resuelve por teléfono. Los sábados y domingos, salvo contadas excepciones, son sagrados. Y es que hace algunos años, cuando en menos de 24 meses perdió a sus padres y a su hermana menor y se quedó sola con el mayor, comprendió el valor que tiene una familia. “El 26 de diciembre de 2006 mi mamá murió atropellada, acá en Lima; el 4 de marzo de 2008 a mi hermana, que estaba en Washington haciendo una maestría, también la atropellaron y en agosto de ese mismo año falleció mi papá”, cuenta Tania mientras maquillador y estilista la preparan para la sesión de fotos. El ruido que hace la secadora de pelo disimula su tristeza.
¿Cómo se recupera uno de semejante tragedia?
Para mí fue durísimo. Perder a mi madre fue devastador y lo de mi hermana me costó mucho superarlo. Me sentí culpable de haberla dejado ir sola a Washington (ella tenía 35 años) y durante dos meses tuve que medicarme para poder dormir por las noches. Ahora solo me queda mi hermano mayor, con quien nos hemos unido mucho. Además, cuando mi madre estaba viva yo era muy ingrata con el resto de mis familiares (tías y primas) a quienes empecé a visitar luego que ella muriera. Actualmente todos nos reunimos una vez al mes y yo les tengo un cariño profundo. Eso me ha permitido sobrellevar las ausencias.
¿Y cómo ha sido tu relación con Nadine, tampoco la frecuentabas mucho?
Nadine y yo somos primas lejanas. En un diario local salió una suerte de árbol genealógico que muestra el grado de parentesco que tenemos: compartimos los mismos tatarabuelos. Pero sí somos muy cercanas porque mis padres y los suyos han sido muy amigos y además vivíamos cerca y siempre nos frecuentábamos. Yo no le daba mucha bola porque ella era la primita menor, más bien siempre he sido amiga de su hermano mayor. Ellos siempre han estado al tanto de mi trayectoria profesional.
¿Por qué decidiste estudiar economía?
Siempre me encantaron los números y cuando salí del colegio elegí la carrera de economía, aunque mi padre hubiera querido que yo fuera abogado, como él. Postulé a la Universidad Católica, ingresé y durante los dos años de estudios generales reafirmé mi decisión. De los 22 estudiantes que ingresamos a la facultad solo 8 terminamos la carrera. La Economía te da un potencial muy grande, te permite ver la película completa de lo que ocurre con el país y de lo que pasa en las empresas. Te permite emplear mucho criterio y lógica a la hora de tomar decisiones.
¿Nunca militaste en política?
Nunca, aunque era de orientación izquierdista y sí he salido a las calles y participado en movilizaciones y marchas.
Ni quisiste enrolarte en el partido aprista como tu padre…
No, nunca. Mi padre sí fue aprista y hasta estuvo preso por sus ideas, pero la política no es lo mío.
Tania Quispe, que estudió en el colegio femenino Inmaculado Corazón –“Creo que por eso soy tan tímida”, dice– conoció y se casó con el padre de su hija mayor, Andrea (15), cuando participaba activamente de las actividades parroquiales de su barrio. Finalmente, la pareja se divorció. Actualmente ella mantiene una larga relación con el contador/auditor chileno Óscar Liñán, de quien se hizo amiga cuando era socia de la compañía auditora Deloitte Perú. Ambos tienen un niño, Diego, de 8 años. “Tenemos una situación muy estable y creemos que el próximo año es el adecuado para casarnos. Sí, de todas maneras lo haremos”, asegura Tania.
Óscar es el que te ha introducido al fascinante mundo de las Harley Davidson, ¿verdad?
Sí. Es un harlista de corazón y yo una perfecta copiloto. Voy tranquila, no me quejo y sobre todo disfruto mucho de cada viaje. Todos los años nos vamos, por ejemplo, de Santiago a Mendoza a un encuentro de alrededor de 500 motoqueros que a mí me encanta.
¿Qué otra cosa te gusta hacer?
Reunirme con los amigos a conversar y escuchar música. También, disfruto mucho con mis hijos y comparto con ellos varias actividades. Con Andrea, que está en una edad complicada y tiene muchas dudas, converso mucho y veo películas para adolescentes y también me encanta estar con Diego y con sus amigos. Ese nivel de acercamiento ha originado que me cuenten todas sus cosas.
¿Y tareas de la casa? ¿Cocinar, tal vez?
Nada. Nunca aprendí a cocinar, mi madre tuvo la culpa. Ella me decía: “Que no te pase lo que a mí, dedícate solo a estudiar para que puedas valerte por ti misma y ser una buena profesional”. Ella no tuvo la oportunidad de estudiar, esa fue su gran frustración y como quería reivindicarme me puso en el otro extremo. Pero no saber cocinar me ha traído problemas y es que mi pareja cocina delicioso, es un chef aficionado y con mucha sensibilidad. Entonces, cuando decidimos cocinar juntos a mí me toca hacer el trabajo duro. Solo lavo y pico, él pone la sazón.
Hablando de la Sunat, ¿cómo crees que se podrían mejorar los sentimientos que despierta esta institución en la población? Hace poco me llegó un sobre con su logo y el corazón me dio un vuelco…
En realidad eso pasa en todo lugar. La Sunat ejerce ese nivel de temor porque recauda impuestos y nosotros luchamos mucho porque sea una institución justa y respetada. De pronto no podemos evitar que sea temida, porque esa sensación de riesgo siempre va a existir en el contribuyente pero sí podemos lograr que la gente crea en la Sunat. Estamos en un proceso de cambios y hay muchas cosas que se pueden mejorar. La Sunat tiene un nivel de información muy grande sobre cada contribuyente. Cuando llegué, hace más de dos años, se utilizaba alrededor del 20% de la toda la información con la que contamos porque no teníamos la suficiente capacidad tecnológica y de procesos para ser más eficientes en el uso de esta información. El día que Sunat logre utilizar más del 80% de la misma va a saber sobre cada contribuyente más de lo que sabe su propia mujer o marido.
Los ciudadanos de a pie, que trabajan independiente o dependientemente, consideran que la Sunat es demasiado estricta con ellos y no tanto con aquellos que realmente ganan mucho dinero.
¿Nunca han pensado en flexibilizar esa posición?
Las políticas tributarias se diseñan en el MEF y nosotros las ejecutamos. Sin embargo, la Sunat quiere ser un aliado del contribuyente y facilitarle el cumplimiento de sus obligaciones tributarias que de por sí son pesadas. Queremos que se nos reconozca por ser una institución justa, en ese sentido estamos analizando cómo se aplican los impuestos y viendo dónde está el aspecto duro de la carga tributaria para, a partir de ahí, darle recomendaciones al MEF que es lo único que nosotros podemos hacer.
¿Y cómo calificarías tu paso por el servicio público, te ha gustado?
Lo mejor que me ha pasado en mi vida profesional ha sido entrar a la Sunat. Y debo confesar que cuando me hicieron la propuesta yo lo dudé, porque significaba mucho sacrificio, familiar y también económico. Creo que estamos avanzando bien. He encontrado una institución que tiene personal altamente calificado y profesionales de primera. Me han demostrado que son capaces de trabajar bajo el cumplimiento de objetivos y metas ambiciosas. Por ejemplo, el año pasado alcanzamos un 16% de presión tributaria. Este año espero que volvamos a repetir ese cifra o si no estar muy cerquita, pese a los problemas con el sector minero.
¿Repetirías el plato?
Encantadísima.
¿Cuál dirías que es tu legado materno?
De mi madre tengo la fortaleza para salir adelante pese a todas las adversidades. Soy cauta y prudente como ella. Nunca se peleó con nadie ni tuvo enemigos. Yo tampoco los tengo. No tenía enemigos. Mi madre influyó mucho en mí. Como toda mujer de su época fue estoica y a la vez sabia. Supo sacar a sus hijos adelante.
Revista Ellos y Ellas (28/11/2013)
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