En muy pocas ocasiones cuando resalta un rol jerárquico más alto, se reconoce el liderazgo que otra persona pudo ejercer en un momento dado, es una experiencia enriquecedora y valorada en el trabajo.
Un jefe necesita constatar que una persona posee una serie de atributos que son requisitos para ser “visto” como un líder:
– Debe de ser capaz de inspirar y transmitir una visión u objetivos claros – Motivar al equipo de colaboradores. – Saber escuchar activamente. – Tomar decisiones certeras, asumir riesgos estratégicos
Esta es una situación que se debe desafiar con urgencia, ya que en ella se arraigan paradigmas que han restringido durante demasiado tiempo las posibilidades para liderar de muchas personas.
Por una parte, debido a que estas no se han atrevido o dado la oportunidad de ejercer su liderazgo, y por otra, porque sus jefes, pares o colaboradores aplican el menú de requisitos que propone alguna teoría.
Utiliza herramientas organizacionales
Es necesario volver a plantearse el uso de algunos “artefactos organizacionales” que permitan reconocer debidamente el liderazgo en otros y así democratizarlo, con la apertura de observar con nuevos ojos los siguientes conceptos:
1.- Los roles propios del cargo: Su utilidad es muy importante para acotar ámbitos de responsabilidad o alcances de las decisiones. Sin embargo, es limitante cuando las personas sienten que no pueden ejercer el liderazgo porque su rol no es suficientemente relevante, o por el contrario, si consideran que están en condiciones de ejercerlo ya que su rol es tan importante que se los permite.
2.- Los procesos formales: No cabe duda de la positiva contribución de los procesos para asignar recursos y obtener sinergia de las tareas, aunque frente a los desafíos mencionados se transforman en barreras. Eso porque solo atienden al cumplimiento de los estándares o condiciones de satisfacción operacionales con lo cual no emerge el liderazgo de cualquier persona.
3.- El networking: Cada vez más personas y equipos están generando diferencias positivas trabajando y construyendo nuevas redes de colaboración para adaptarse a los cambios dinámicos de las organizaciones. Desde esta perspectiva y tendencia, es posible facilitar la inclusión, diversidad y horizontalidad organizacional, de tal manera de construir una identidad personal y colectiva coherente con la necesidad de reconocer el liderazgo en otros.
Buenas prácticas
Democratizando el liderazgo, las personas y equipos despliegan un mayor potencial, se orientan a resultados excepcionales y transfieren a su entorno social los beneficios sustentables de su trabajo. Las prácticas para que el liderazgo se transforme en una competencia “colectiva” son:
1. Estar dispuesto a seguir a otros, sin caer en las limitaciones del rol, procesos o redes predeterminadas.
2. Agradecer explícitamente a cada persona su disposición a liderar sin poner condiciones interesadas de beneficios personales.
3. Promover en diversos contextos la posibilidad de que cada persona pueda ejercer el liderazgo en coherencia con el equipo y las situaciones que se presenten.
Diario Gestión (23/06/2014)
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