El empleo desde casa implica más productividad pero menos posibilidades de promoción. La solución es paradójica: más contacto con el jefe y pasar por la oficina.
Los profesionales que trabajan desde casa son un 13% más productivos que los que desempeñan sus tareas en la oficina, pero tienen la mitad de posibilidades de promocionar en su empresa.
Esa es la cara y la cruz del teletrabajo. Y también la principal conclusión de uno de los más recientes estudios sobre esta fórmula laboral, dirigido por la Society for Human Resources Management.
Hay una nueva generación de empleados hiperconectados que se muestra decidida desde hace tiempo a terminar con el concepto tradicional de que, para trabajar, es necesario estar en la oficina.
La profesionalidad ya no se mide (o no debería) por el tiempo que estamos en nuestro puesto, sino por los objetivos reales que conseguimos. Y pocos ponen en duda que trabajar en remoto supone un menor gasto en espacio para oficinas, seguros, mantenimiento y aparcamientos; o que facilita el acceso a una cantera más amplia de talento.
Se trata de un modelo laboral que no sólo implica una mejora del estilo de vida de los empleados, sino también de los resultados de las compañías; incrementa la competitividad global, la creación de empleo y, obviamente, el equilibrio entre la vida personal y laboral.
Además, la orientación a objetivos y a proyectos tiene más peso que la presencia en las instalaciones de la empresa. Solución a la desconfianza Las organizaciones mantienen y facilitan la actividad desde casa sólo cuando ésta resulta muy eficiente, porque lleva aparejados algunos problemas, y la falta de integración del empleado quizá sea el más notable. Así, muchos jefes y empresas aún no han asumido que la promoción debería ser compatible con el teletrabajo.
Un estudio de Korn Ferry realizado en 71 países afirma que seis de cada diez ejecutivos opinan que el empleo desde casa ralentiza la carrera. Parece que los déficit relacionales –la dificultad para contactar con personas que en la oficina sería sencillo abordar para solucionar asuntos de forma casi inmediata– implican un aislamiento y una pérdida de networking que se traduce en una desventaja frente a quienes acuden cada día a su puesto.
Una investigación de la consultora Flex+Strategy Group propone tres curiosas soluciones para paliar ese aislamiento y acceder a un ascenso. La primera es obvia: «Si trabajas desde casa y quieres promocionar, debes decírselo a tu jefe».
La cuestión es que los mandos deben quitarse de la cabeza la idea falsa de que quien teletrabaja está más interesado en la conciliación que en la promoción profesional. Debes ser muy claro con tu empresa y con tu jefe acerca de tus expectativas y objetivos de ascenso.
Otro consejo es «planificar encuentros puntuales con quien manda, que pueden ser semanales».
El objetivo de estas visitas periódicas al jefe es facilitarle la valoración acerca de tu contribución real por el trabajo que realizas a distancia. Y por increíble que pueda parecer, el tercer consejo es «encontrar el equilibrio perfecto entre teletrabajar y acudir a la oficina». No hay una medida. Esto depende de cada persona.
Esta última sugerencia sigue las teorías de quienes piensan que, tan negativo como el estilo de trabajo presencial en declive, es «el viejo estilo de teletrabajo». La fórmula lleva a que muchas organizaciones tiendan a exigir a sus empleados la presencia, incrementando la interacción cara a cara.
Hay quien defiende que hay «momentos clave» (core times) en los que el contacto personal fluye de manera más eficiente. Se trata de reintroducir la interacción personal que se pierde en las comunicaciones electrónicas.
Esta interacción durante la jornada laboral convierte las comidas o los periodos después del trabajo también en «momentos clave» para establecer una relación que no se puede crear si el profesional trabaja desde casa.
La socialización eficaz y el hecho de compartir algunos «momentos», junto con algunas innovaciones y estrategias en la gestión del tiempo pueden ser una herramienta útil para construir una sólida cultura corporativa que también impulsa la creatividad.
Esto se basa en que hay actividades en la jornada diaria que no son trabajo en sentido estricto y que no suponen una pérdida de tiempo, sino que proporcionan un beneficio profesional en términos de desarrollo, satisfacción laboral o motivación.
Por ejemplo, el almuerzo es una oportunidad para el networking, ya que crear redes es bueno para las compañías y también para los profesionales, que benefician a sus empresas con sus contactos.
Puestas en la práctica, estas teorías dan lugar incluso a la creación de start up como Cater2.me, que hacen realidad los espacios y los momentos de contacto y socialización sobre la base de que «la compañía que come unida, permanece unida». Y para eso hay que ir a la oficina.
Diario Gestión (24/03/2014)
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