Si su superior cambia continuamente de opinión, desestabilizará tanto a su equipo de trabajo como al proyecto en sí. Evite el enfrentamiento personal y demuestre con claras evidencias las contradicciones.
Los constantes cambios de opinión de su jefe pueden convertirse en su mayor dolor de cabeza. El equipo se verá -inevitablemente- afectado al percibir la falta de un norte claro.
Un exceso de incoherencia puede crear incertidumbre e inseguridad para llevar a cabo un proyecto. El portal Expansion.com consultó este tema a Ignacio Álvarez de Mon, profesor de IE Business School para -finalmete- brindar los siguientes tips a empleados en situaciones similares.
Serenidad. La mejor manera de actuar en estas situaciones es adoptar una actitud coherente con total serenidad. Procure convencer a los demás miembros de su equipo -mediante hechos- de que ni la incoherencia ni la rigurosidad llevados a un extremo son beneficiosos. No deje en evidencia el déficit de su jefe. Sus colegas podrían sentirse desorientados.
Empatía. Si no puede vencer a su enemigo, conviértase en su mejor aliado. Evite cuestionar la congruencia de ciertas acciones de su superior, por el contrario, busque empatizar con él, póngase -junto a sus demás colegas- en su lugar. Halle las razones que impulsan a su jefe actuar de esa manera. Al conocer los motivos que propician los cambios de criterio, usted podrá saber cuál es la raíz del problema para así enfrentarlo de manera efectiva y evitar males mayores.
Anticipación. Para gestionar de forma adecuada las expectativas de su jefe en el desarrollo de un proyecto, trate de anticiparse a sus posibles dudas futuras.
Reformule las ideas para cerciorarse cuáles son los objetivo perseguidos al iniciar un nuevo proyecto. De esta manera, se puede calibrar la reacción. Es una actitud preventiva. Tómela en cuenta.
Influencia. Dejarse llevar por opiniones ajenas es una de las actitudes que alimenta la incoherencia. Identificar a esas personas que influyen en las decisiones del jefe, pedirles su opinión sobre un futuro cambio de criterio o convertirles en aliados son buenas opciones. De esta forma, antes de ponerse manos a la obra se cuenta con otro punto de vista y con el mejor aliado para reducir el margen de error.
Rutinas defensivas. Habituarse a trabajar en la incongruencia es muy dañino. Cuestionar y criticar con beligerancia la actitud del jefe no lleva a ningún lado. Se crea una espiral en la que ninguna de las partes es consciente del origen del problema. Tome consciencia de los efectos nocivos de resignarse a una rutina “frente a frente”.
Diario Gestión (11/03/2013)
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